Venezuela y Ucrania: Las Piezas de un Tablero Geopolítico Desgastado
En el complejo ajedrez de la geopolítica global, a menudo las jugadas en un rincón del mundo están intrínsecamente ligadas a movimientos en el otro extremo del tablero. Una de las dinámicas más reveladoras, sin embargo, menos explicitadas, es el paralelismo que existe entre Venezuela y Ucrania. A primera vista, son crisis separadas por miles de kilómetros y contextos culturales distintos. Pero una mirada más profunda sugiere que son las dos caras de una misma moneda: el campo de batalla donde se libra un pulso tácito entre las grandes potencias.
El "Acuerdo del Espía": Una Verdad Incómoda
La teoría de un entendimiento no escrito entre Washington y Moscú —resumido en la máxima "Tú no me molestas en Venezuela y yo no te molesto en Ucrania"—, aunque difícil de verificar en documentos oficiales, encuentra un sólido respaldo en la lógica histórica de las esferas de influencia.
La historia está plagada de estos pactos de caballeros. Durante la Guerra Fría, el mundo se dividió en áreas de influencia claramente delimitadas. La Doctrina Brezhnev para la URSS y la Doctrina Monroe para Estados Unidos eran la versión formalizada de este principio. Un ejemplo más reciente y análogo podría ser el "reset" entre Obama y Medvédev en 2009, que buscaba, temporalmente, contener las tensiones en áreas de fricción mutua. O, yendo más atrás, los acuerdos de Yalta y Potsdam al final de la Segunda Guerra Mundial, donde las potencias victoriosas se repartieron el mundo en zonas de control.
En este marco, la administración Trump mostró una notable reticencia a confrontar directamente a Rusia por su anexión de Crimea y su intervención en el Donbás, imponiendo sanciones que, si bien fueron significativas, evitaron una escalada militar directa. Paralelamente, la presencia de mercenarios y asesores militares rusos del Grupo Wagner (ahora Controlado por el estado Ruso) en Venezuela, consolidando el régimen de Maduro, no generó una respuesta contundente de Washington más allá de la retórica y las sanciones económicas. La acción militar, la opción más firme, siempre estuvo descartada. Esta coexistencia forzada de injerencias apunta a un entendimiento de facto: una contención mutua para evitar un conflicto abierto que ninguna de las dos potencias nucleares desea.
La Pieza que No Encaja: El Enigma Chino
Sin embargo, en este duelo bipolar del siglo XXI, hay un tercer jugador cuya estrategia redefine por completo el juego: la República Popular China.
Mientras Rusia y Estados Unidos invierten capital político, militar y económico en mantener o disputar sus esferas de influencia en Ucrania y Venezuela, China observa y actúa con una estrategia a más largo plazo. La pregunta clave es: ¿cuál es el papel de Pekín?
La respuesta más plausible, como apunta el análisis, es que China está permitiendo que las dos potencias tradicionales se desgasten mutuamente mientras ella se posiciona silenciosamente como el centro de la economía mundial.
En Venezuela: China no se ha involucrado en el conflicto de forma militar. En cambio, ha utilizado su poder financiero. A través de los "préstamos por petróleo", ha conseguido asegurarse un flujo constante de crudo a precios ventajosos y ha endeudado profundamente al país, haciendo a Venezuela económicamente dependiente. Mientras Rusia provee la seguridad del régimen, China se asegura los recursos y la influencia económica a largo plazo.
En Ucrania: China mantiene una posición oficial de "neutralidad", abogando por el diálogo y respetando la integridad territorial, pero sin condenar abiertamente la invasión rusa. Esta ambigüedad calculada le permite mantener su relación estratégica con Moscú —obteniendo energía y aliados a un precio de descuento debido al aislamiento ruso—, mientras evita las sanciones secundarias de Occidente.
Conclusión: El Desgaste Estratégico y el Ascenso Silencioso
El paralelismo entre Venezuela y Ucrania es más que una coincidencia; es un síntoma de un orden mundial en transición. El supuesto "acuerdo Trump-Putin", si existió, representa la última expresión de un mundo bipolar que ya no existe. Es una solución temporal para un problema permanente.
La verdadera partida ya no se juega solo entre Washington y Moscú. La pieza clave es China, que ha comprendido que en el siglo XXI, el poder no se mide solo en tanques y misiles, sino en cadenas de suministro, deuda soberana y dominio tecnológico. Al permitir que Rusia y Estados Unidos concentren sus recursos en conflictos de desgaste, Pekín gana un tiempo invaluable para consolidar su Red de la Ruta y la Seda, liderar la transición energética y redefinir los estándares tecnológicos globales.
Venezuela y Ucrania son, por tanto, el teatro donde las dos antiguas superpotencias interpretan un drama del siglo pasado, mientras en el este, un nuevo director prepara silenciosamente el escenario para la obra del futuro. La historia no se repite, pero a menudo, los nuevos imperios se construyen sobre los campos de batalla donde los antiguos se agotan.